Hace meses, en uno de los peores momentos de Ibai, el psicólogo me preguntó ¿cómo quieres que esté Ibai , lo quieres así de tranquilo? Yo le contesté que no lo quería tener dormido todo el día por la medicación pero tampoco con dolores. Me daba igual si no sostenía la cabeza, si no conseguía comer por boca o caminar. Sólo quería un hijo, no un muñeco.
Sólo quería poder interactuar con él, que conectara con nosotros y aceptara nuestras caricias y mimos.
En ese momento lo veíamos casi imposible, pero remontó y se cumplió lo que pedí. Es un niño feliz con su familia, no para de comprometer, parlotear a su manera, y poco a poco mejora su movilidad. Así es nuestro pequeño león, dando lecciones cada día
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